“Me lo contaron y lo Olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí”

Confucio (Lu, actual Shantung, China, h. 551-479 a. C.), fue un reconocido pensador chino procedente de una familia noble arruinada, que  a lo largo de su vida alternó periodos en los que ejerció como maestro, con otros durante los cuales fue funcionario del pequeño estado de Lu, en el noreste de China.

Nació en el pueblo de Zou en el antiguo estado de Lu, actual provincia de Shandong, en el seno de una familia de terratenientes nobles, el clan de los Kong. Su padre murió cuando Confucio tenía tres años y dejó a la familia en la pobreza. Confucio, a pesar de ello, recibió una esmerada educación.

A los cincuenta años comenzó sus enseñanzas. Viajaba solo de un lado a otro instruyendo a los contados discípulos que se reunían en torno a él. Su fama como hombre de saber y carácter, con gran veneración hacia las ideas y costumbres tradicionales, pronto se propagó por el principado de Lu, y luego a toda China.

 

La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida,  el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las máximas virtudes son: la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados.

Podemos resumir la doctrina confuciana en una serie de mandatos; Cultivar la virtud personal y  tener por objeto final la paz universal y la armonía general.

Pero  sobre todo Practicar los deberes de las  relaciones sociales basadas en una enseñanza central, que es la virtud de la humanidad y a su vez está basada en la benevolencia, la lealtad, el respeto y la reciprocidad. Estos valores son imprescindibles en las relaciones humanas, que Confucio describío entre otros; Entre padre e hijo, entre marido y mujer, entre hermano mayor y hermano menor y entre amigos.

Estas relaciones tienen, además, una característica principal: el superior tiene la obligación de protección y el inferior, de lealtad y respeto, según Confucio.

Desde todas las culturas, al igual que la Católica, se impulsa la virtud de la humanidad, la tolerancia, el amor al prójimo y el respeto a nuestros mayores. 

Desde Adiper aportamos nuestro pequeño granito de arena para impulsar, a través de cambio, de innovación, de calidad, y de organización, el cuidado a la persona mayor y a nuestros antepasados. Haciendo, creando y desarrollando herramientas para el cuidado, recordando que además tienen el derecho.

Por que tal y como dijo Confució: Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.

Hacer es la mejor de las opciones. Cuidemos. 

 

 

 

 

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